A Joaquín Sorolla no le dejó sin habla la Alhambra, ni el Palacio de Carlos V ni los arabescos y la alta azulejería. En su primera visita a Granada, en noviembre de 1909, lo que sobrecogió al pintor valenciano fue ver Sierra Nevada. Las altas cumbres somo telón de fondo de los palacios nazaríes fueron las que hicieron al pintor regresar en dos ocasiones más a la ciudad andaluza para retratar sus calles y sus paisajes. (Leer más)
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